lunes, 16 de junio de 2014

Sobre The Treatmen de Hans Herbots (2014, Bélgica)


El arte es esa ventana que solo se abre desde adentro. En la cual tú simplemente estas destinado a esperar y mirar la majestuosa arquitectura e esa casa que te invita a conocer sus misterios, pero que los habitantes son otrora humanos, son seres que habitan más que viven... y en un momento determinado está esa ventana que se abre y se plantea el desafío de adentrarse en un misterio, de poder llegar más allá en ese lugar donde no tienes certeza si has sido invitado, más la oportunidad te da a la labor de conocer sus misterios que a la postre son tus misterios. 
Ya en su interior cada paso te acerca más y más al centro, al cúmulo de magia que es el verdadero tesoro de esa arte. Esa magia va mucho más allá del simple truco de un ilusionista, va más allá de la belleza y el encanto de no conocer como se ha creado dicha ilusión. La magia del arte nos lleva a poder cuestionarnos lo que realmente ocurre en nuestros interiores, en nuestras viseras, en nuestro corazón, en nuestro intelecto, en nuestra razón, en nuestro esfínter. Va de lo banal a lo complejo, de lo físico a lo emocional, y así transitando entre el todo.
Ya lo he dicho antes, y pareciera que es necesario repetirlo cada cierto tiempo. “Hay arte que no debería ser creado…”
The Treatment (2014, Hans Herbots) es una de esas películas para no recomendar. Una de esas indefiniciones entre el carbón y el diamante, pero sin caer en el facilismo de un punto medio, muy por el contrario radicada en una dimensión exageradamente diferente, mucho más allá…
La cinta nos sorprende con una historia audaz, con una trama compleja y delirante, a veces fastidiosa pero siempre instigadora a ver más allá del simple transcurrir del tiempo. Son dos horas que no permiten percatar la consulta al reloj y mucho menos desear la cercanía del final, muy por el contrario es un estado de trance  que pide no acabar, pero todo siempre tiene un final. Respecto del final hay historias, de vez en cuando, que nos sorprenden y nos aniquilan el final…
Al pensar, ya acabado el clímax de la sorpresa, sobre la trama de The Treatment no puedo dejar de pensar en la desesperanza. Me es imposible cuestionarme respecto del protagonismo en nuestras vidas de la desesperanza. Y es que en el decálogo de emociones que nunca se ha escrito es considerada la desesperanza como una de esas emociones negativas, aunque muy por el contrario la desesperanza logra movilizar a la agonía y la aceptación de lo inevitable. Y a la presencia de la desesperanza surge ese instinto de preservación que va más allá de la razón, que va más allá del autocuidado, esa emoción que recoge hasta el último impulso de vida y lanza las capacidades más allá de lo antes nunca esperado.
Más allá parece describir de manera exacta y grosera lo que una película que nunca debió ser creada nos deja…

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