lunes, 20 de abril de 2015

La ironía...

El día sábado... día religioso para el carrete (cosa que parece cada día atraerme menos) me ha sorprendido la conversación respecto de la valoración de la ironía. No solo en el sentido de la interacción de los sujetos a partir de diálogos muchas veces oscuros, muchas veces despectivos, muchas veces suspicaces, muchas veces antagónicos... pero siempre intentando ser astutos o tocar ciertas hebras de inteligencia.
Entonces viene este profesor con claros tintes de Freiriano y libertario hasta la médula, aunque con ciertos tonos de delirios a dictador que creo no compartimos ( XP , el emoticón creo es para aplacar la culpa de la cual no me desprendo del todo al decir algo que pudiera no agradar -¿mi mecanismo de defensa?).
En fin, la conversación no versa sobre la capacidad desarrollada de poder recurrir a la ironía de manera perspicaz y directa, sino más bien a la develación del mecanismo anterior para poder obtener la ironía misma, o sea la atención. Y es que para tales efectos antes de lanzar un comentario empapado de ironía es necesario un concienzudo análisis de las circunstancias, de los estados de ánimo, de las posibilidades del lenguaje y todo lo anterior desechando con antelación la oportunidad de logro/acierto o la oportunidad (exactamente igual de valiosa) de fallar en el odioso cometido de éxito "esperado" transitando a lo que se categorizaría como fracaso del humor (cosa para mí inexistente). Entonces lanzarse a la empresa de parir un comentario irónico al viento y esperar la reacción natural, inmutable, inexorable de lo que debía ocurrir solo por el hecho de hacerlo.
Creo lo anterior es una paradoja con la fucking vida. Nuestra vida tiende a ser la eterna búsqueda de logros pre establecidos, todo lo cual nos ata a no valorar las reacciones de nuestras acciones y nos lleva a, justamente, desvalorar las reacciones que naturalmente debieron darse. Intentando siempre mantener el control, de no ser así refugiarnos en el fracaso. Y es que la ironía corre el riesgo de aniquilar al irónico si éste no es capaz de enfrentar las consecuencias de su, a veces, negro humor. Imaginemos al irónico  que logra un certero comentario y éste remueve la conciencia del receptor del mensaje, y/o a su vez de los y las públicos de tal comentario. Pero por otro lado imaginemos a un irónico que no logra su cometido y no hay risa suspicaz en el depositario de su ironía ni el público, si existiese... En el caso del a denominar "éxito" y del a denominar "fracaso" la línea transversal es el cómo enfrentar dichas consecuencias. Si hay humor que trascienda con un mensaje inteligente de fondo, a partir de lo observado en lo "real" (más bien en la osadía de atrever torcer la realidad y con completa naturalidad romper las normas e implantar nuevas reglas del juego de la vida) es este humor el que pone al irónico a la deriva de emociones muchas veces insostenibles... el éxito se transforma en la trampa del placer, en la negación del sano individualismo ad portas de la sumisión en códigos de la masa (por ende la anulación de la ironía), en tanto que el fracaso suele ser la sumisión a los mismos códigos de masa, es la anulación de la incorporación del sujeto en sus códigos por la aprobación de la masa y éste se enfrenta así a mantener su individualidad o la modificación de ésta a fin de poner en su lugar la aceptación de "otros" (por ende la anulación de la ironía).
Un irónico no está destinado al éxito como tampoco lo está al fracaso. La contemplación y posterior comunión con la ironía solo se orienta a la expulsión de lo "normal" al cada día más cercano vértice de la soledad. Y es que al no buscar la aprobación de otros el irónico está obligado a construir sus propias estructuras sociales, sus propios pilares de sociabilidad y sus cada día nuevos códigos de consecuencia. Así se torna natural la incomprensión y el irónico no debiese culpar la constante expulsión de círculos sociales que buscan la consumación de lenguajes y acuerdos ya sancionados. Ello no necesariamente como anulación de la novedad, sino más bien como reiteración de novedades en parámetros ya seguros, ya "tanteados". Entonces si la vida avanza a su paso avanzan la reiteración de expulsiones y la consumación de la soledad, pero de esa soledad inevitable, de esa que no viene desde fuera sino desde adentro... muy adentro.
Pero la tragedia es parte de la vida, la muerte es el renacer, la mutilación es la transformación, el sueño es la vida… etcétera!!! Carajo!!!! Puta Madre!!!!!
¿Cómo enfrentar la soledad?
¿Cuándo muere el amor?
¿Cuándo y dónde nace el amor?
Creo que las preguntas precedentes  no son sino símiles en su esencia. La soledad no existe, como a su vez no existe la compañía.
A concebir físico y científico no existe el contacto, pues los átomos son imposibles de contactar y el vacio es parte esencial de la vida.
A concebir síquico la compañía es un estado mental de aceptación del otro como parte de uno, es la negación del individuo a fin de la comunión con el otro que ahora es parte mío, pero solo si yo le acepto.
A concebir social la compañía viniese a ser la congregación en torno a esfuerzos con fines acordados.
Entonces quiero pensar en la riqueza de la soledad y no en ella como un castigo de ese Dios cristiano que martiriza y promete, promete, promete felicidad en otros mundos (sé que es la iglesia la de ese mensaje… no Dios).
La soledad viene a ser la consumación del correcto egoísmo, de la adecuada aceptación de la individualidad al servicio del uno que es Uno, no del uno para ser uno… Dicho de otra manera la única forma de aceptar la ironía como una tragedia degustable es mediante la seguridad de creer fielmente en lo que se es, en lo que impregna esa astucia que no busca sino que se desarrolla como reconocimiento y atención a las características de los otros sujetos, es la devoción y la consumación de la habilidad interior como sacrificio (sagrado oficio) y magia (magna ciencia), no explicaciones, no convenciones, no rituales, sino naturalidad.
El amor a primera vista, a espera del príncipe azul o la princesa pechugona viene a ser la satisfacción de imágenes prediseñadas, anulando así la novedad y la magia del día a día, de la devoción a la naturaleza y la aceptación del destino como posibilidad de desarrollo (en ningún caso como castigo culposo o libro pre escrito sancionador de nuestras circunstancias). Prefiero pensar que el amor, en todas sus acepciones, no nace, como no muere, sino que se decide día a día como sagrado oficio, como servicio al nombre de esas muzas superiores que iluminan el alma del enamorado a saber que ese es el deber. “Te miré a los ojos y supe que te amaré toda la vida, eres la mujer o el hombre perfecto para mí”. Lo anterior es la consumación de la seguridad en lo vivido, es la devoción a lo interno (separando, claro, a esas personas que lo declaran tres o cuatro veces por semana a personas diferentes, por ciclos incluso establecidos… con la única finalidad de realizar comunión de órganos sexuales) pero ¿Y si esa persona me engaña o ya no le amo? ¿Es acaso la muerte del amor? Prefiero pensar es la decisión de dar tregua, de iniciar una nueva empresa. Es como en la ironía la no valoración del estimado fracaso sino la valoración de lo compartido y a su vez la aceptación de la soledad que nos distancia, pero a su vez nos une.

¿Dónde nace la ironía?
No lo sé…
Pero me resulta interesante, y me declaro en acuerdo con la propuesta de este profesor libertario quién plantea que el actual modelo educativo promueve la aniquilación de la capacidad irónica del sujeto.
Lo anterior como transversal al currículo académico, tanto en las poblaciones, con sus colegios hijos de orgias entre abecedarios y tablas de multiplicar, o liceos diestros en la creación de oficios y obreros, o universitarios incapacitados y frustrados. Como también en las clases más acomodadas con sus colegios con nombres de pájaros o recordando apellidos innombrables para ese amplio porcentaje de chilenos que se asustan con el inglés (a mi me asusta, pero solo en su acepción de expresión de totalitarismo e individualismo a ultranza) o con nombres que compiten en adjetivos que impregnan dolor en sus lectores o lectoras
.
¿Será el modelo de desarrollo aniquilador de la ironía? Creo que aniquila tanto la ironía como las posibilidades de amar real y profundamente…

En mi caso, respecto a la ironía, recuerdo a Monty Python, Mr. Bean, Mr. Magoo, los Simpson, Dinosaurios, South Park… pero sé son muchos más los que han deformado esta mente que a cada día brama con más angustia y agonía pero reluciente de vida en su interior.

Siempre me cayó muy bien Timmy de South Park, a mi parecer es uno de los iconos de la ironía en una serie de televisión que es uno de los iconos de la ironía. Y es que siendo parapléjico y teniendo exagerada limitación en el lenguaje logra protagonismo, algunas veces por sobre los principales protagonistas de la serie. Es la consumación de la tragedia hecha un trozo de carne, con deformación física y una sonrisa que matiza el semblante se su ser… Je, podría decir mucho más pero la motivación por escribir es espuria y necesito un porro para calmar la mente… ¿Queréis drogaros?