jueves, 13 de junio de 2013

Más que nada

Desde hace algún tiempo a la fecha me embarga el sentimiento de saber que voy a morir. 

Es un sentimiento que todos tenemos me dices. 
Realmente no me conoces te digo. 

Desde hace algún tiempo a la fecha he podido reconocer que soy un maldito. Que muchas de mis decisiones parecieran estar orientadas a dañar a otros. 
No me conformo con ello. Y no lo planteo como un banal argumento de conductas indeseadas. Más si lo planteo como un llamado a mi atención, como un elemento que me pudre desde los interiores. Como algo que transforma mis interiores en pulpa descompuesta e incomestible. 

Franz Kafka ya reconocía enfermedades que sólo aquejan al viajero. Y es una injusticia impuesta el que los viajes sean por trabajo, y el como estas enfermedades te impedirán enfrentar compromisos por otros comprometidos, pero a los que irremediablemente, por la subordinación obvia, debemos satisfacer. 
Hoy por hoy viajo. 
Desde mi asiento siempre se me ha hecho imposible mirar el horizonte de la carretera, como si ese placer y esa angustia estuvieran reservadas a la responsabilidad de llevar el volante.
Entonces en cada brusquedad del volante mi cuerpo pareciera instintivamente entregarse y dejarse ser llevado hacia donde deba ser conducido. 
En mi ya no hay sentido de súpervivencia, en mi ya no hay necesidad, en mi pareciera tomar retirada el dolor, en mi la fantasía de haber conseguido lo debido ya está lograda. 
Lo anterior me plantea que todo lo desde hoy vivido es ganancia. Ya hasta el dolor más profundo es logro. Hasta  el daño más malévolo es en mí construcción. Ya no puedo odiar la injusticia, hoy solo puedo trabajar en destruirla. 


Ser un observador esta pasado de moda. 
Y es que ya no tengo nada por perder. Tod lo he conseguido, y me día cuenta que nada nunca fue mío. 

Pasan los días, se suman los viajes y solo los abrazos quedan. Sólo los abrazos.