viernes, 3 de abril de 2009

Sobre cuentos;Nos Otros, un joven...





Que difícil le era levantar la cabeza cada mañana, que complicado era mirar ese rostro, suyo, en el espejo de esa pensión que no era su hogar. Raspar sus crecientes pelos en esa cara que ya no parecía la suya, pelos faciales que hace un año finalizando la educación media le eran un orgullo, y que hoy solo lo acercaban a la madurez que nunca vio venir.
Recordaba la nostalgia con la que soñaba la profesión que la dizque selección natural le había impuesto. Se recordaba presentado de profesión Abogado y de oficio defensor de los desvalidos. Se recordaba imaginándose en esa magna universidad añadiendo conocimientos que le abrirían puertas cada ves de un mayor servicio para con sus demás. Pero nada se acercaba a ese, hoy, idílico y poco cercano sueño.
El problema no estaba en la sociedad misma, no estaba en la universidad misma, no estaba en los compañeros, no estaba en él, pero, se preguntaba -¿Que demonios pasa?-, la respuesta la conocía, la reconocía, la intuía… la odiaba. La respuesta a toda su amargura era un hombre, o por lo menos entraba en la categoría de ser humano por el hecho de poder caminar y hablar. La respuesta era en profesor de una de sus tantas cátedras. La respuesta a sus crecientes reflejos vomitivos (por solo pensarlo) era el señor A… Don A, como había que referirse en su presencia, aunque el grueso de los estudiantes mientras no estuviese o diera la espalda imaginaban cada vez mayores apelativos peyorativos y los pronunciaba con mayor desprecio que el que imaginaban dentro de sus mentes. Una vez, en una de las tantas odiadas clases, el señor A oyó a un estudiante referirse con desprecio hacia la madre de un desconocido (nunca se enteró que era un desprecio destinado a él), gustándole tanto la ofensa lo obligo a recitarla 62 veces sobre su pupitre, ya que eran 62 los estudiantes del curso, para luego expulsarlo de la sala entre sus ensimismadas carcajadas de poder y putrefacción.
Pero este chico, nuestro atribulado protagonista ya no podía enfrentar mas esta realidad. Simplemente ya no quería soportar esta tristeza que cada mañana la pesaba de manera indescriptible por verle la cara, o por tener otras clases en una universidad que aceptaba a este tipo de personas como mentores de futuros profesionales… se repetía cada vez que pensaba en aquello -¡Dios somos solo jóvenes, que mas parecemos niños!-.


…Antes de seguir debo presentarles al protagonista… Su nombre es Nos y se apellida Otros…


Que difícil es entender las decisiones empresariales, muchas veces hay que sacrificar elementos por el bien mayor. Aunque debemos aclarar que el bien mayor siempre es el beneficio monetario de la empresa y Nos estaba conciente de aquello, pues de sobremanera entendía que la universidad era la empresa mas rentable de los últimos años. Él mismo ya había comprado boletos de un futuro profesional estable, él mismo emprendió la aventura de alcanzar un titulo por que así deben ser las cosas y punto.
Hoy la mañana era diferente. Era un día miércoles, propicio para las luchas. Si ganaba su próximo enfrentamiento con el tedioso y cotidiano día, pero ya rutinario, podría disfrutar el resto de la semana con el valuarte de un guerrero victorioso, por otro lado si no conseguía un triunfo, tan solo media semana le esperaba para tratar de olvidar todo.
Pero como les adelantaba esa mañana era diferente, era muy distinta a las anteriores. La noche pasaba logro conversar con su madre mediante el teléfono de la pensión. De manera casi mágica, quizás sea la intuición femenina de que algo se aproxima en el horizonte, que solo ellas pueden alcanzar, su madre le pregunto sobre el desenvolvimiento que Nos estaba teniendo en la universidad. Claramente él ya tenía una respuesta de formulario, que ya había repetido innumerables veces antes, pero que esta vez la madre no creyó. Fue en ese instante que Nos se pregunto por vez primera si dicha situación ya lo había corrompido tanto, si dicha situación ya lo había inmunizado hasta hacerse completamente frío y ser parte de la rutina del descontento. Cuando fue a reaccionar su madre le gritaba por el auricular que por el amor de Dios contentase, que no la encerrase en esa penumbra de estar a kilómetros de distancia, pudiendo hablar, pero no pudiendo hacer nada si a su bebe le ocurría algo, que ella no soportaba el peso de saber que en un minuto de sus vidas no lo podría proteger mas, que sus fuerzas serian incapaces de velar por ambos, en definitiva que le preocupaba no saber de él, y que algo pasaba que le contase. Oyendo esas palabra solo como telón de fondo a Nos le corrió tan solo una lagrima, una lagrima que quebró el iceberg que sin saberlo había construido para protegerse del frió que su mal profesor emanaba.
Reconociéndose fuerte, con el auricular aun en las manos, y su madre al otro extremo de la línea telefónica, Nos se propuso no llorar y dejar salir toda su congoja. Así por mas de una hora comento a su madre que lo que estaba viviendo no se acercaba a lo que había soñado, que sus compañeros no estaban interesados por ayudar al mundo y a sus pares, que lo que había creído hoy se difuminaba entre pagos de matriculas, aranceles, boletas de pagos de matriculas, boletas de boletas y cuanto pudiese crear la burocracia elitista y deshumanizadora. Pero sobre todo, estaba ese profesor. Esa persona que de tan insignificante atentaba en contra de todo lo que para Nos cobraba significado, ese hombre en el cual cada historia es peor que la anterior, ese hombre que ya no valía la pena pronunciar. Así, oyéndolo, esperando el minuto en que desahogase todo lo contenido su madre lo interrumpió y le dijo que ella siempre estaría, que siempre él podía elegir pensar en lo bello o en lo terrible de la vida. Finalmente solo colgaron.
Hoy la mañana era diferente…