lunes, 22 de junio de 2009

Sobre una escena...

mmmm…

Por que es cierto, por que hay veces que es difícil decir las cosas y hay otras en que salen con naturalidad que asusta a las lenguas más sinceras y más mentirosas…

Por que es cierto, por que lo se y por que lo sabes ¿por qué lo sabes?...

Esto no es una poesía, tampoco es una declaración de principios, tampoco es lo que podría aspirar a ser, pero entonces ¿Qué es? ¿Qué cresta es? En ningún caso es una retórica absurda, tan solo es lo que puede llegar a ser, es el sentido que tu puedes darle y lo que yo puedo darle… te replanteo la pregunta, pero entonces ¿Qué soy? ¿Qué eres? ¿Qué cresta soy? ¿Qué cresta eres?... Solo los suspensivos pueden dar el espacio a que respondamos esas preguntas, los suspensivos en la vida pasan a ser la vida misma, solo al final podremos responder, con humilde y somera repugnancia, que fuimos y que somos… o tal vez jamás…

Queridos amigos, les quiero contar una historia. Me temo que no es una dantesca historia sobre un hombre que cambio el mundo, no es siquiera la historia de un hombre que cambio su historia o su vida. Es la historia de una vida que cambio a un hombre…

Queridos amigos les contare una escena que de improbable llega a ser tragicómica… en ella hay un hombre que porta un bastón para ciego y una muleta, en esta escena dicho hombre transita entre personas que lo miran asustados, tal si una performance se tratase. Dicho hombre ha quedado invalidado por una paraplejia, producto de un alto nivel de stress laboral y en el periodo de acostumbramiento a dicha ceguera ha caído a un hoyo, no tapado, de aguas sanitarias, lo cual le ha fracturado el pie derecho en tres partes. Este hombre, en esta escena, vive con una pensión de jubiles anticipada, la cual no supera los $75.000 con la cual arrienda una pieza y come en el hogar de cristo.

Ahora salgamos de la escena y veamos a ese hombre a los ojos, mirémoslo de frente y tratemos de sentir el calor que emana de su cuerpo. Intenta mirar a este hombre mientras tú lo guías. Intenta hablar con este hombre de manera natural, sin discriminación por ser diferente (cresta ¿diferente a qué? ¿A ti? ¿A mi?). Intenta escribir pensando en el, e intentando transmitir la humildad de su voz, la paz de su sentir y la rabia por no poder expresar con nadie lo humillado, lo transgredido y lo minimizado que lo ha dejado una vida, que lo ha dejado una sociedad que no lo acepta y que no permite que se desarrollé como lo hacemos hoy.

En ningún caso formulare un decálogo de cómo vivir en sociedad con personas en minusvalía. En ningún caso reprochare a una sociedad en la cual vivimos todos y construimos todos, y somos construidos y reconstruidos todos. En ningún caso mirare a este hombre a los ojos, pues no puede ver. En ningún caso sentiré pena por él pues claramente, hoy, es más débil aunque no nos guste escucharlo.

MUERTE A DON FRANCISCO, ESE GORDO MATERIALISTA Y EGOÍSTA HIZO NACER A MUCHAS GENERACIONES PENSANDO QUE LA RESPONSABILIDAD CON LA MINUSVALÍA HA SIDO SALDADA.

No odio a nadie, pero desearía que algunos no existiesen…