lunes, 25 de mayo de 2009

Sobre un edificio...




Pasamos a las reflexiones que parecen no tener sentido…

En cual sea el espacio que uno se desarrolla, termina apropiándose de él. Pasa, inevitablemente, a ser parte de ese espacio. Es justamente la cotidianeidad la que no permite ver ese sentido de pertenencia, pero que el ser arrancado de destajo produce una falta en lo que algunos llamarían alma. Los espacios culturales se traducen muchas veces en espacios estructurales. Es por eso que como estudiante e pertenecido a un espacio, del cual solo me siento propio una vez que ese espacio pertenece a otros. El edificio donde la escuela que me cobija estaba enclavada es ahora pasado, pero en su momento fue presente.
Hoy paseo y vuelvo a ese edificio que fue mi espacio, nuestro espacio. Resulta muy interesante esa sensación desde la nostalgia por ya no estar y la felicidad por pertenecer a una estructura que satisface mayormente las necesidades del estudiantado. Logros podríamos decir.
Por otro lado la visita aislada a dicho edificio permite visualizar… como decirlo… situaciones concretas. Creo que ese edificio hoy se ve mucho mas muerto. Una de las características de la escuela a la cual pertenezco es su, siempre bondadosa y dispuesta, secretaria. Puede parecer poco objetivo, pero creo coincidir ante muchos, ella da mucha vitalidad y buena onda, a pesar de tener que ser intransigente en ciertas ocasiones (me recuerdo que cumple un rol bastante funcional, pero le da un toque mas humano y calido), para quienes crean que no estamos en presencia de una persona virtuosa los invito a hacer una visita a otras escuelas y llegar a una conclusión de la calidad de su atención.
Si bien existen diferentes medidas de análisis a dicho edificio me referiré al factor limpieza. Caminando, circunstancialmente, al que antes era el baño de paso obligado no puedo dejar de observar las paredes roídas, los vidrios sucios y un piso en decadente limpieza. Debo mencionar que el día de hoy presenta la lluvia del sur, pero a pesar de mi inconciente atención cuando pertenecía a dicho edificio, y mi esfuerzo en recordad situaciones semejantes, jamás presencie el edificio en tal deteriorado estado de salud en el aseo. Con el presente en ningún caso es mi intención el hacer una critica a los auxiliares encargados del aseo, al contrario estoy absolutamente seguro ellos dan su mayor esfuerzo. He tenido la oportunidad de dialogar con ellos y son personas con muchas fortalezas, que cumplen su labor de la mejor forma que les es posible (lo aseguro). Muy por el contrario, mi intención es decir que al igual que la actitud de la secretaría hace la escuela, la actitud de los estudiantes hace el edificio. Es un juego en el cual una pieza mueve a la otra. Recuerdo, cuando trabajo Social estaba en el E, ver a estudiantes saludar carismáticamente al señor del aseo, recuerdo que estudiantes (no quiero que piensen que generalizo, solo me baso en situaciones particulares para presentar una realidad) apoyaban al auxiliar en el ordenado de las sillas, recuerdo una fuerte conciencia del no botado de papeles. La suma de esas actitudes, y de otras, permitía sentir un edificio que con su estructural felicidad permitía un ambiente calido y de vida, grupos de personas que reían en los pasillos, entorpecían el paso de otros y en el molesto esquivar obligaban al transeúnte a observar la estructura, a apropiarse solo con las miradas de ese, su lugar.
Se que esta es solo mi visión, pero hoy el edificio esta triste, quizás hoy los estudiantes que lo habitan son un poco más tristes, talvez deban ser tristes. Es un paso más allá que hemos dado. La felicidad debe dejar huellas y esa es una muy buena huella que el trabajo Social puede dejar desde el edificio que habito hasta las conversaciones que establece con los mas humildes, pasando, claro, con todos sus intermedios.