martes, 21 de enero de 2014

Sobre nosotros...

Los últimos tiempos están definidos por lo que logra penetrar mi visión.
Siento, y puedo evaluar, que hay momentos de cierta certidumbre, en tanto otros que borbotean lagos de inseguridad, pero entre ambos la suma parece ser neutra. O tal vez la valoración del resulta se mantiene inexacta.


Hay pórticos en los cuales jamás se debe haber mirado, pero la naturaleza es grotesca e impulsa al debilucho cuerpo al equívoco acto fundamentado en la inseguridad. La verdad se sitúa más allá de lo que los ojos pueden ver, pero pareciera que el alma no guarda rencores frente a las largas y extenuantes caminatas hacia lo perecedero, pareciera que en algún instinto sádico busca enfrentarse, y de paso enfrentarle, con el deber, con el cómo las cosas han de ser. O quizás todo lo anterior solo responde a mi estúpida necesidad por racionalizar lo irracional, y así desde la fingida razón urgir un camino que a buenas y primeras e desagrada, pero que sin escarbar poco he de admitir que es lo que quiero. Quizás tan solo mi cobardía por dañarme me hace seguir pensando en no querer dañar a otros, y así busco excusas para la inacción. O tal vez es tan solo el acostumbramiento a pros crinar, quizás mi código genético era perfecto, pero mis actos han logrado mutar hasta la medula, y hoy el monstruo que se observa al espejo es tan real como el que invade mis sueños.

Por favor Naturaleza dame muerte, impide que llegue a ser en lo que me estoy transformando.


No hay malestar más allá de mis ojos. El dolor es tan solo ficción, y la función está pronta a acabar. Hemos de recibir tanta felicidad como la que podemos digerir. He desarrollado un colosal estómago, capas de digerir 2000 kilocalorías por segundo, del más rudimentario amor. Puedo soportar temperaturas de alimento recién extraídos del horno, puedo anular sabores a fin de favorecer la velocidad en el tragar. Puedo dejar de lado el placer y transformarme en el perfecto comensal de la cena de la pasión. Pero al fin de cuentas todo el amor digerido sale de mi cuerpo y solo que da ese recuerdo de saciedad, además de la culpa de llevar el cuerpo a límites inimaginable. Diviso el postre y ya no puedo ingerir más nada. El postre ya no me interesa, solo fijo mis ojos en esa hojita de romero que le acompaña, sé que ese sabor a abrazos es lo que siempre busque, en esa hoja se esconde el verdadero fin de mi caminar. Puedo sentir el aroma a romero y vienen a mi emociones que rompen las cadenas con mi pasado, ese aroma sabor es capaz de por fin separarme de la espuria esperanza de un futuro sublime, me llena y solo me deja paz en el presente... pero la veo y aún no ha llegado a mí. La excitación de saber que todo llegara, por fin, a su fin me absorbe. Mi corazón comienza a palpitar de manera estridente, en mí se encuentra una locomotora que quiere emprender rumbo. Mis palpitaciones toman cause indeseado, mi cuerpo reacciona de manera desafortunada, mi polo izquierdo parece funcionar de manera inadecuada. Recuerdo el exceso al cual me he expuesto, pero delante de mi está el real final, mi corazón no soporta la exaltación y en un último esfuerzo logra detenerse... parece que la dignidad de la culpa aterrizo en lo que jamás pude ser. Me han impedido llegar a mi final, me otorgan un nuevo comienzo que no logro distinguir si es oportunidad o castigo.

Mi alma se separa de mi cuerpo y discapacitada intenta coger ello de lo cual fue privada... es inútil, la materia se interpone entre nuestras dimensiones. Un llamado imposible de negar le hace avanzar al más allá...



Finalmente todo vuelve a empezar, ahora con nuevos desafíos, con nuevos aprendizajes.

Alguien, en algún lugar del planeta, consume un té de romero...

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