viernes, 14 de agosto de 2009

Sobre los arboles acidos...



La inmortalidad del cangrejo...

La turgencia de la uva...
La gallina o el huevo...
¿Son realmente poderosas la ovejas frente al lobo?...

en fin...


Todos son cuestionamientos que han atrapado al ser en lo que nos ha tocado vivir. Todas son justificaciones para mantener la mente orientada hacia lo que estamos acostumbrados a ver, y desviar la mirada de esas cosas desconocidas que por poco habituales se hacen misteriosas, y por misteriosas se confunden en el temor de no saber sus reacciones, sus productos y sus sabores.


¿Que importa a donde me dirigo? ¿Que importa de donde vengo? ¿Que importa donde estoy? Al parecer la distinción entre estos tres momentos es completamente proporcional a la importancia que se le de, pero en su esencia no se diferencias mas que por detalles que no empañan su similitud, pero ¿es ello importante? justamente es el punto, su importancia es el punto, no importa donde he estado, ni donde voy a estar, ni donde estoy. lo que importa es el sentido que todo ello tienen para mi, somos animales de costumbre, de odiosa rutina y de abominable cotidianeidad. En los sucios juegos de palabras hasta el improvisar, la espontaneidad se hace rutina... ¿podemos escapar de ella? tú lo sabes ¿tú lo sabes?

Hay noches que sin importar la cantidad de luz son las más oscura que nos tocan, son noches que sin importar la temperatura ambiente no nos permite entrar en calor, sentir suspiros alentadores o caricias que despierten sentimientos de placer. Son noche limitadas es cierto, pero son noches que se enraizan en nuestros cuerpos como la mas vil cizaña, pero tranquilidad que al parecer no son malas, después de todo solo son noches.

Recuerdo el viento y los sonidos, recuerdo no saber lo que pasaba al otro lado de la pared, no saber que ocurría fuera de mi lugar seguro, no estoy seguro de haber querido saber lo que acontecía. Muchas veces el miedo no es reacio y en su lugar se instala una sensación de incertidumbre que vacía todos los pensamientos y da hueca cabida al arrepentimiento, pero eso termina al desfachecer frente al agotador cierre de las pupilas (que desean llorar y no se atreven).

Hay poesía oculta en las palabras del que pide solo para comer, pero hay un canto al deseo en quien engaña a la muchedumbre con dinero que no necesitan tan solo para beber y olvidar un poco de la realidad...

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