domingo, 4 de noviembre de 2012

La libertad y la justicia


La libertad y la justicia

La libertad y la justicia decidieron ir a carretear.
Decidieron, en un acto de reivindicación social, visitar los locales de la periferia urbana,
Esos en que el populacho ve transitar sus horas de descanso entre jornada y jornada,
Esos en los que los supuestos son la precaución y el autocuidado,
La premura y el celo,
La duda y el abrazo fraterno…

La libertad y la justicia comienzan a beber,
Es un día especial por lo cual el trago debe ser especial,
El consumo es excesivo,
Las horas pasan, las horas se suman y la razón se pierde cada vez más…

En un acto de justicia social (prima inquieta y subversiva de nuestra protagonista) el dependiente, en vista que la justicia y la libertad tienen su hogar en esas poblaciones más acomodadas, decide inflar “levemente” los costos del consumo…
La justicia y la libertad están ebrias. La justicia ya no sabe de costos y mucho menos del debido proceso. La libertad ahora cree ser omnipresente…
La noche transcurre. La luna ya ha llegado a su cenit. La luna ya ha dejado su cenit. La luna ha dado paso al canto de gallos cobardes. De gallos que deben salir a trabajar, de lo contrario el patrón se resentirá y los plasmas no volverán a alumbrar… se acumularían así las preguntas sin respuestas sobre los realities, sobre matinales y sobre la novela de moda… no conocerían los índices de criminalidad, ni de pobreza, ni todos esos datos que no darán de comer, pero que harán pensar más cerca la brecha entre patrón y peón.

El dependiente se acerca a cobrar la deuda pactada y nuestras dos protagonistas quedan pasmadas.
¿Qué es está ofensa que me entregas sin caricias? – Pregunta la justicia-
¡Ha sido una noche fenomenal, pero termina con tanta crueldad! –Exclama la libertad-
Estos son los valores exigidos… ustedes deben de estarlo consciente… -aclara el dependiente-

En un gran lío han quedado nuestras protagonistas, y esta vez nada han tenido que ver los huelguistas… ni los mapuches, ni los desplazados, ni los encapuchados, ni los estudiantes, ni los sin casa, ni los pobres, ni tantos otros chivos de expiar que nombrarlos solo me haría cansar.
¿Qué podremos hacer? –Se preguntaban sin hallar respuesta-
Nuestro dinero no alcanza para nada, y nuestras tarjetas acá son letra muerta, debemos huir o disponernos a su parecer… -concluyo la justicia-
A no, la libertad jamás se ha escondido para nadie, ese nunca será mi camino. Yo, si es necesario, podré enfrentar el peor de los destinos… -concluyó la libertad-

Así que tenemos dos bellas muzas que no pueden dar pago a sus compromisos –aseveró el dependiente-
Creo que habrá que buscar una forma de saldar nuestras cuentas de manera interesante, y esto lo aseguro de manera tajante.

Desde ese día la libertad y la justicia duermen en una cama piojenta, sucia y maltraída.

Desde ese día la libertad y la justicia se prostituyen por un par de monedas, buscando pagar una deuda que cada día crece en intereses, que cada día fermenta con el odio de quienes aún las buscamos mirando la decencia de otros días hoy soñados.

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