La libertad y la justicia
La libertad y la
justicia
La libertad y la justicia decidieron ir a carretear.
Decidieron, en un acto de reivindicación social, visitar los
locales de la periferia urbana,
Esos en que el populacho ve transitar sus horas de descanso
entre jornada y jornada,
Esos en los que los supuestos son la precaución y el
autocuidado,
La premura y el celo,
La duda y el abrazo fraterno…
La libertad y la justicia comienzan a beber,
Es un día especial por lo cual el trago debe ser especial,
El consumo es excesivo,
Las horas pasan, las horas se suman y la razón se pierde
cada vez más…
En un acto de justicia social (prima inquieta y subversiva
de nuestra protagonista) el dependiente, en vista que la justicia y la libertad
tienen su hogar en esas poblaciones más acomodadas, decide inflar “levemente”
los costos del consumo…
La justicia y la libertad están ebrias. La justicia ya no
sabe de costos y mucho menos del debido proceso. La libertad ahora cree ser
omnipresente…
La noche transcurre. La luna ya ha llegado a su cenit. La
luna ya ha dejado su cenit. La luna ha dado paso al canto de gallos cobardes. De
gallos que deben salir a trabajar, de lo contrario el patrón se resentirá y los
plasmas no volverán a alumbrar… se acumularían así las preguntas sin respuestas
sobre los realities, sobre matinales y sobre la novela de moda… no conocerían los
índices de criminalidad, ni de pobreza, ni todos esos datos que no darán de
comer, pero que harán pensar más cerca la brecha entre patrón y peón.
El dependiente se acerca a cobrar la deuda pactada y
nuestras dos protagonistas quedan pasmadas.
¿Qué es está ofensa que me entregas sin caricias? – Pregunta
la justicia-
¡Ha sido una noche fenomenal, pero termina con tanta
crueldad! –Exclama la libertad-
Estos son los valores exigidos… ustedes deben de estarlo consciente…
-aclara el dependiente-
En un gran lío han quedado nuestras protagonistas, y esta
vez nada han tenido que ver los huelguistas… ni los mapuches, ni los
desplazados, ni los encapuchados, ni los estudiantes, ni los sin casa, ni los
pobres, ni tantos otros chivos de expiar que nombrarlos solo me haría cansar.
¿Qué podremos hacer? –Se preguntaban sin hallar respuesta-
Nuestro dinero no alcanza para nada, y nuestras tarjetas acá
son letra muerta, debemos huir o disponernos a su parecer… -concluyo la
justicia-
A no, la libertad jamás se ha escondido para nadie, ese
nunca será mi camino. Yo, si es necesario, podré enfrentar el peor de los
destinos… -concluyó la libertad-
Así que tenemos dos bellas muzas que no pueden dar pago a
sus compromisos –aseveró el dependiente-
Creo que habrá que buscar una forma de saldar nuestras
cuentas de manera interesante, y esto lo aseguro de manera tajante.
Desde ese día la libertad y la justicia duermen en una cama
piojenta, sucia y maltraída.
Desde ese día la libertad y la justicia se prostituyen por un par de monedas, buscando pagar una deuda que cada día crece en intereses, que cada día fermenta con el odio de quienes aún las buscamos mirando la decencia de otros días hoy soñados.
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