Sobre la culpa... (otra vez...)
¿Y cómo he de transportarme?
¿Y cómo hemos de transportarnos?
Las preguntas muchas veces son inadecuadas, más bien las
mismas preguntas plantean respuestas que en caso alguno serán de utilidad.
Tanto en su dimensión practica como en su dimensión espiritual… Lo importante
no es el cómo… lo importante, claramente, es el viaje…
Y aquí estoy viendo porno de los noventa, rodeado de gatos
que se hieren entre sí (ello pareciera divertirlos –no entiendo a los humanos,
menos querré entender a los gatos-).
De repente, de forma repentina, indeseadamente llega la
culpa… nuevamente se cuestionan mis cimientos… esa sensación de no poder asumir
lo profundo, ni lo efímero.
La culpa es un sentimiento heredado y traicionero. La culpa
se instala y encarna luchas que buscan descifrar códigos maliciosos. La culpa
no es mía, no es tuya… ya no es de “ellos”. La culpa así solo se transforma en
la culpa.
Recuerdo que para mi cumpleaños número 16 llego un buen
amigo con una botella de ron… era su regalo para divertirnos y olvidarnos de
nuestras penas, de nuestros cuestionamientos, y por lo demás huir de nuestras
certezas…
Como era de esperar otro invitado ha sido el alcohol, así su
buen regalo no fue protagonista de la noche.
Éramos jóvenes, creíamos ser guerreros en lo del “copete”,
años más tarde sabríamos que culturas anteriores se reirían de nuestro “excesivo”
consumo…
Viéndose mi cumpleaños finalizado este amigo se despide…
caminando hacia la salida de mi hogar me sorprende de manera mágica, y es que
toma la botella, antes mi botella ahora su botella, y la transporta hacia su
destino, para mi incierto…
Nunca me ha dejado de sorprender su actitud… lo suyo pasó a
ser lo mío, lo mío me exigió ser lo nuestros, y finalmente lo nuestro paso a
ser lo suyo. Ya el destino me mostraría explicaciones de sus acciones, pero es
otro pasaje en esta historia.
Hoy la culpa se transforma en él… es un invitado que creo no
puedo negar. Un invitado que pasa a ser mi amigo… pero luego, de una manera u
otra, me recuerda que no existe lo nuestro, que siempre se ha tratado de él.
Pero debo saber que el viene a recibir, viene a consumir de mi lo que sería
nuestro, y así como llega, de un momento a otro, se llevará lo suyo y será como
si jamás hubiese estado conmigo.
La culpa siempre me transforma a un lugar mágico. La culpa siempre
será un sentimiento adolescente. La culpa siempre llamará a colación al flagelo
de lo no deseado, La culpa siempre estará presente…
La culpa decidirá cuándo retirarse…
Hoy veo a mi amigo y extrañamente ya no es mi amigo.
Tampoco, y nunca lo será, es mi enemigo. Más bien cada vez que lo veo logro
compadecerme de sus decisiones, cada vez me convence más que los dioses le han
dado pruebas que él no quiso superar…
Hoy veo a la culpa y extrañamente ya no es mi invitada, hoy
decido dar ciertos pasos que llevan a la culpa a beberse esa botella de ron y
embriagarse hasta perderse en su destino. Hasta embriagarse de amor y
transformar sus cimientos hacia la aceptación, para pensar en el amor…
Lo importante no es donde, no es cuando, no es cómo. Lo
importante es el viaje y lo que el viaje me otorga.
Vivir cada día como si fuera el último.
Vivir el último día hoy.
La muerte no es opción… y es que nunca seremos libres…
Me compadezco por la culpa y siento culpa…
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