La ironía...
El día sábado... día religioso para el carrete (cosa que parece cada día
atraerme menos) me ha sorprendido la conversación respecto de la valoración de
la ironía. No solo en el sentido de la interacción de los sujetos a partir de
diálogos muchas veces oscuros, muchas veces despectivos, muchas veces
suspicaces, muchas veces antagónicos... pero siempre intentando ser astutos o
tocar ciertas hebras de inteligencia.
Entonces viene este profesor con claros tintes de Freiriano y libertario
hasta la médula, aunque con ciertos tonos de delirios a dictador que creo no
compartimos ( XP , el emoticón creo es para aplacar la culpa de la cual no me
desprendo del todo al decir algo que pudiera no agradar -¿mi mecanismo de
defensa?).
En fin, la conversación no versa sobre la capacidad desarrollada de
poder recurrir a la ironía de manera perspicaz y directa, sino más bien a la
develación del mecanismo anterior para poder obtener la ironía misma, o sea la
atención. Y es que para tales efectos antes de lanzar un comentario empapado de
ironía es necesario un concienzudo análisis de las circunstancias, de los
estados de ánimo, de las posibilidades del lenguaje y todo lo anterior
desechando con antelación la oportunidad de logro/acierto o la oportunidad
(exactamente igual de valiosa) de fallar en el odioso cometido de éxito
"esperado" transitando a lo que se categorizaría como fracaso del
humor (cosa para mí inexistente). Entonces lanzarse a la empresa de parir un
comentario irónico al viento y esperar la reacción natural, inmutable,
inexorable de lo que debía ocurrir solo por el hecho de hacerlo.
Creo lo anterior es una paradoja con la fucking vida. Nuestra vida
tiende a ser la eterna búsqueda de logros pre establecidos, todo lo cual nos
ata a no valorar las reacciones de nuestras acciones y nos lleva a, justamente,
desvalorar las reacciones que naturalmente debieron darse. Intentando siempre
mantener el control, de no ser así refugiarnos en el fracaso. Y es que la
ironía corre el riesgo de aniquilar al irónico si éste no es capaz de enfrentar
las consecuencias de su, a veces, negro humor. Imaginemos al irónico que
logra un certero comentario y éste remueve la conciencia del receptor del
mensaje, y/o a su vez de los y las públicos de tal comentario. Pero por otro
lado imaginemos a un irónico que no logra su cometido y no hay risa suspicaz en
el depositario de su ironía ni el público, si existiese... En el caso del a
denominar "éxito" y del a denominar "fracaso" la línea
transversal es el cómo enfrentar dichas consecuencias. Si hay humor que
trascienda con un mensaje inteligente de fondo, a partir de lo observado en lo
"real" (más bien en la osadía de atrever torcer la realidad y con
completa naturalidad romper las normas e implantar nuevas reglas del juego de
la vida) es este humor el que pone al irónico a la deriva de emociones muchas
veces insostenibles... el éxito se transforma en la trampa del placer, en la
negación del sano individualismo ad portas de la sumisión en códigos de la masa
(por ende la anulación de la ironía), en tanto que el fracaso suele ser la
sumisión a los mismos códigos de masa, es la anulación de la incorporación del
sujeto en sus códigos por la aprobación de la masa y éste se enfrenta así a mantener
su individualidad o la modificación de ésta a fin de poner en su lugar la
aceptación de "otros" (por ende la anulación de la ironía).
Un irónico no está destinado al éxito como tampoco lo está al fracaso.
La contemplación y posterior comunión con la ironía solo se orienta a la
expulsión de lo "normal" al cada día más cercano vértice de la
soledad. Y es que al no buscar la aprobación de otros el irónico está obligado
a construir sus propias estructuras sociales, sus propios pilares de
sociabilidad y sus cada día nuevos códigos de consecuencia. Así se torna
natural la incomprensión y el irónico no debiese culpar la constante expulsión
de círculos sociales que buscan la consumación de lenguajes y acuerdos ya
sancionados. Ello no necesariamente como anulación de la novedad, sino más bien
como reiteración de novedades en parámetros ya seguros, ya
"tanteados". Entonces si la vida avanza a su paso avanzan la
reiteración de expulsiones y la consumación de la soledad, pero de esa soledad
inevitable, de esa que no viene desde fuera sino desde adentro... muy adentro.
Pero la tragedia es parte de la vida, la muerte es el renacer, la
mutilación es la transformación, el sueño es la vida… etcétera!!! Carajo!!!!
Puta Madre!!!!!
¿Cómo enfrentar la soledad?
¿Cuándo muere el amor?
¿Cuándo y dónde nace el amor?
Creo que las preguntas precedentes
no son sino símiles en su esencia. La soledad no existe, como a su vez
no existe la compañía.
A concebir físico y científico no existe el contacto, pues los átomos
son imposibles de contactar y el vacio es parte esencial de la vida.
A concebir síquico la compañía es un estado mental de aceptación del
otro como parte de uno, es la negación del individuo a fin de la comunión con
el otro que ahora es parte mío, pero solo si yo le acepto.
A concebir social la compañía viniese a ser la congregación en torno a
esfuerzos con fines acordados.
Entonces quiero pensar en la riqueza de la soledad y no en ella como un
castigo de ese Dios cristiano que martiriza y promete, promete, promete
felicidad en otros mundos (sé que es la iglesia la de ese mensaje… no Dios).
La soledad viene a ser la consumación del correcto egoísmo, de la
adecuada aceptación de la individualidad al servicio del uno que es Uno, no del
uno para ser uno… Dicho de otra manera la única forma de aceptar la ironía como
una tragedia degustable es mediante la seguridad de creer fielmente en lo que
se es, en lo que impregna esa astucia que no busca sino que se desarrolla como
reconocimiento y atención a las características de los otros sujetos, es la
devoción y la consumación de la habilidad interior como sacrificio (sagrado
oficio) y magia (magna ciencia), no explicaciones, no convenciones, no
rituales, sino naturalidad.
El amor a primera vista, a espera del príncipe azul o la princesa
pechugona viene a ser la satisfacción de imágenes prediseñadas, anulando así la
novedad y la magia del día a día, de la devoción a la naturaleza y la
aceptación del destino como posibilidad de desarrollo (en ningún caso como
castigo culposo o libro pre escrito sancionador de nuestras circunstancias).
Prefiero pensar que el amor, en todas sus acepciones, no nace, como no muere,
sino que se decide día a día como sagrado oficio, como servicio al nombre de
esas muzas superiores que iluminan el alma del enamorado a saber que ese es el
deber. “Te miré a los ojos y supe que te
amaré toda la vida, eres la mujer o el hombre perfecto para mí”. Lo
anterior es la consumación de la seguridad en lo vivido, es la devoción a lo
interno (separando, claro, a esas personas que lo declaran tres o cuatro veces
por semana a personas diferentes, por ciclos incluso establecidos… con la única
finalidad de realizar comunión de órganos sexuales) pero ¿Y si esa persona me
engaña o ya no le amo? ¿Es acaso la muerte del amor? Prefiero pensar es la
decisión de dar tregua, de iniciar una nueva empresa. Es como en la ironía la no
valoración del estimado fracaso sino la valoración de lo compartido y a su vez
la aceptación de la soledad que nos distancia, pero a su vez nos une.
¿Dónde nace la ironía?
No lo sé…
Pero me resulta interesante, y me declaro en acuerdo con la propuesta de
este profesor libertario quién plantea que el actual modelo educativo promueve
la aniquilación de la capacidad irónica del sujeto.
Lo anterior como transversal al currículo académico, tanto en las
poblaciones, con sus colegios hijos de orgias entre abecedarios y tablas de
multiplicar, o liceos diestros en la creación de oficios y obreros, o
universitarios incapacitados y frustrados. Como también en las clases más
acomodadas con sus colegios con nombres de pájaros o recordando apellidos
innombrables para ese amplio porcentaje de chilenos que se asustan con el
inglés (a mi me asusta, pero solo en su acepción de expresión de totalitarismo
e individualismo a ultranza) o con nombres que compiten en adjetivos que
impregnan dolor en sus lectores o lectoras
.

En mi caso, respecto a la ironía, recuerdo a Monty Python, Mr. Bean, Mr.
Magoo, los Simpson, Dinosaurios, South Park… pero sé son muchos más los que han
deformado esta mente que a cada día brama con más angustia y agonía pero
reluciente de vida en su interior.
Siempre me cayó muy bien Timmy de South Park, a mi parecer es uno de los
iconos de la ironía en una serie de televisión que es uno de los iconos de la
ironía. Y es que siendo parapléjico y teniendo exagerada limitación en el
lenguaje logra protagonismo, algunas veces por sobre los principales
protagonistas de la serie. Es la consumación de la tragedia hecha un trozo de
carne, con deformación física y una sonrisa que matiza el semblante se su ser…
Je, podría decir mucho más pero la motivación por escribir es espuria y
necesito un porro para calmar la mente… ¿Queréis drogaros?